El Estado de la Frontera
Cruzar la frontera a pie no es precisamente lo más fácil del mundo, pero cada vez más personas se atreven a todos los riesgos para empezar una vida mejor en el norte. Mientras tanto, organizaciones anti y a favor de los inmigrantes indocumentados intentan presionar para que sus respectivas agendas sean escuchadas en el congreso. ¿Y los senadores? Bien, gracias.
Probablemente no es una sorpresa: cruzar el desierto de Sonora no es una tarea fácil. Los que lo atraviesan allá deben llevar en sus espaldas alimentación para una semana. El calor es altísimo, y en todo momento son blanco del narcotráfico, las patrullas de ciudadanos y los militares. Mientras los cruzadores pasan por cadáveres putrefactos, o las 2.000 toneladas de basura que dejan cada verano, tal vez piensan que debido a una suerte superior van a alcanzar la frontera. Si sus pies no forman ampollas y ellos no beben agua contaminado, tal vez tengan razón.
Lo que algunos senadores de los Estados Unidos llaman un sistema roto, las fuerzas de seguridad en la frontera detienen y deportan alrededor de 200.000 personas cada año. El número ha subido desde los años 80, cuando muchos menos eran devueltos a un sitio de deportación en México. No obstante, se supone que un promedio de 550.000 mil personas cruzan la frontera estadounidense ilegalmente cada año.
Con números tan grandes, el cruce puede ser un fracaso caro para unos, fatal para otros. Las muertes en la frontera del sur ya suman 280 por año. Esta cifra, y el número de los compadres más exitosos, probablemente será sobrepasada este verano.
Entre la amenaza y la compasión
Las respuestas a este influjo y la carnicería resultante son tan variadas como las personas que inmigran. En los extremos: algunos lo ven como una amenaza étnica y económica, otros, como una oportunidad para cumplir el mandato de Dios de ser compasivo. La multitud de organizaciones convocadas para estos propósitos reflejan la diversidad de opiniones.
El “Minuteman Project” intenta impedir la entrada de inmigrantes mediante la fuerza y la intimidación. Se sientan por la frontera con fusiles a la espera de pasadores desafortunados. La organización “No Más Muertes”, por otro lado, tiene una meta bien diferente. Sus voluntarios trabajan sin descanso en la frontera, llevando agua y médicos al centro del desierto, donde los inmigrantes están pensando cruzar.
En una conferencia reciente en Poughkeepsie habló un representante de No Más Muertes. El pastor John Fife de Tucson, Arizona (conocido ya como el Criminal Favorito de Tucson) describió su experiencia con la organización. Fundada en 2004, dijo que su misión ha sido responder a una crisis análoga a la de los israelitas descrita en la Biblia.
En su charla dio un resumen de las políticas enrevesadas de los EEUU para con las 1.951 millas (3121 km.) de su frontera. Uno de los primeros pasos fue la invasión de México en 1846, resultando en la anexión de territorio anteriormente mexicano. La anexión quizás estableció el precedente moderno de permeabilidad fronteriza. Un tráfico fuerte se inauguró en 1920, con la prohibición de alcohol en los EEUU. La respuesta vino 4 años después, con la primera patrulla fronteriza y trenes ganaderos para deportar a los cruzadores capturados. La frontera entonces fue abierta durante la segunda guerra mundial para paliar la escasez de trabajadores. En 1965 y 1986 el congreso aprobó proyectos de ley para apretarla otra vez.
El pastor concluyó su charla con una observación histórica: la Gran Muralla China fue un fracaso. Para cada muralla de 100 pies, hay una escalera de 101, dijo a una audiencia muda. Declaró que la seguridad no viene de la militarización, sino de medidas económicas.
Proyectos de ley limitados
No debe ser una sorpresa que su posición choque con la política seguida últimamente por el congreso de los EEUU. El debate ya muy popularizado se trata de proyectos de ley con respeto a inmigrantes. El alcance del debate, sin embargo, es cómicamente limitado: dónde debe estar una muralla, y la situación legal de los 12 millones de inmigrantes indocumentados. Históricamente, han otorgado algunas concesiones —amnistía para 3.000.000 personas en 1986, por ejemplo, y para refugiados de “regimenes izquierdistas” en 1997. Pero ahora hay mucha presión de todos lados, y la importancia de la cuestión ha crecido. Las leyes de 1965 y 1986 fracasaron en lograr sus metas y el público hoy no tiene tolerancia para otro fracaso.
Los senadores son bien conscientes de estos hechos. Forman la legislación que rápidamente se desarrolla. A pesar de la naturaleza acalorada del tema, se han puesto de acuerdo en unos puntos. En particular, entre las provisiones hay un programa de legalización para inmigrantes indocumentados. Los que entraron el país ilegalmente conforme a este proyecto ley podrían solicitar una visa “Z”. Los solicitantes tendrían que pasar una revisión de antecedentes penales y presentar prueba de empleo. También parte del proyecto establece el aumento de la seguridad fronteriza: murallas más largas, más patrullas, la construcción de torres con radar y cámaras, entre otras.
Estas presuntas reformas podrían estar paralizadas por regateo indefinido. Precisamente esto, unido a la falta de voluntad arreglar las fracturas, ha retrasado, quizás para siempre, el esfuerzo de 2006 de crear una muralla transnacional. A veces las fracturas son más convincentes q ue el sentido común. De todos modos, podemos esperar que la complejidad del tema que tiene enfrentado al congreso será suficientemente convincente: los inmigrantes necesitan una ley justa, realista e imparcial. Y ya, si sólo pudiéramos ponernos de acuerdo en el significado de “justo”…
Por Jonathan Raye
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