miércoles, 15 de agosto de 2007

Educación universitaria en la cárcel


Bard College enseña a los presos. 40% de los
estudiantes son latinos


Cuando el sistema carcelario cuesta más al estado de Nueva York que la educación superior. Cuando los índices de reincidencia son demasiado altos y la población de las cárceles aumenta cada día más. Cuando ocurren injusticias de todo tipo, muchos se quejan. Otros deciden actuar. BPI es un programa de Bard College que ofrece educación universitaria gratuita a los más desfavorecidos.

Los que por suerte no conocen cómo funciona el sistema penitenciario en este país quizás se sorprendan al saber que en los Estados Unidos no existe un programa gubernamental para brindar educación universitaria a la población carcelaria. Y es que en las cárceles de México o Argentina los presos que cumplan ciertos requisitos sí pueden acceder a la educación universitaria. En esos, como en otros países occidentales, los gobiernos federales y estatales o provinciales financian los programas educativos como medida preventiva contra la reincidencia. Y al parecer funcionan. En Buenos Aires, por ejemplo, en veinte años que existe el programa UBA XXII, sólo el 3% de los estudiantes que estuvieron detenidos reincidieron en el delito.
Por el contrario, en los Estados Unidos desde 1995, cuando el Congreso decidió poner fin a los fondos Pell Grants para presos, la tasa de reincidencia, es decir, personas que vuelven a delinquir, supera el 60%. Hasta ese momento, durante los más de veinte años que duraron estos programas en las cárceles de Nueva York, la reincidencia registrada entre estudiantes no pasaba el 11%. Y a pesar de estas cifras, en 1995 gracias a las políticas electorales de “tolerancia cero” se puso fin a los subsidios y al método más económico y exitoso de prevenir la delincuencia.

Iniciativa de Bard en la Prisión
El programa BPI, Bard Prison Initiative, fue creado en 2001 por Max Kenner, graduado de Bard College, quien consiguió fondos de la universidad y otras organizaciones privadas para acercar programas educativos a los presos de penitenciarias de alta y media seguridad en el estado. Actualmente el programa funciona en cinco prisiones del estado de Nueva York, ofrece 30 cursos en humanidades y cuenta con cerca de 200 estudiantes matriculados entre las cinco penitenciarias.
Ya suman 50 los estudiantes presos que obtuvieron sus títulos intermedios de AA (Associate of Arts) y en junio del año que viene será la primera graduación de los licenciados con BA (Bachelor of Arts) en estudios sociales, literatura y matemática. Las especializaciones que ofrecen son las mismas que tiene el campus de Bard College. Por supuesto, los estudiantes de la cárcel tienen que cumplir los mismos estrictos requisitos de escribir una tesis final de graduación al igual que sus pares estudiantes “bardianos” de fuera de la prisión.
Según estadísticas, la mayoría de los presos del estado de Nueva York vienen de los cinco barrios de la ciudad de Nueva York. En general de familias pobres, también con una pobre educación de las escuelas públicas y con padres casi ausentes y en un lugar donde abundan las relaciones peligrosas, evidentemente el pronóstico no es brillante. “Así que es una cosa de clase y de raza también, pero ambas son intercambiables en este país”, explica la profesora Melanie Nicholson, “entonces cometen algún crimen y terminan en la cárcel. Pero no hay que negarles por eso la educación que, con la cual, sabemos que podrían triunfar en la vida, ayudar a la familia. Quizás evitar que sus propios hijos vayan por ese mismo camino, todo mejor para todos al bajar los niveles de reincidencia”.

Desde Eastern con cariño
Eastern, en Napanoch, Ulster County, es una de las cárceles de máxima seguridad del estado donde funciona el programa. Melanie Nicholson, profesora de literatura y español en Bard College, también ha dictado populares cursos de literatura y poesía latinoamericana a grupos de 12 estudiantes y dice que lo quiere seguir haciendo siempre. Nicholson, como otros profesores que han cruzado las rejas para dar clases en las prisiones, descubrió a unas personas con un extraordinario deseo de aprender y un sentido agradecimiento por esta oportunidad que BPI les brinda. Una oportunidad que no encontraron antes.
Kenner dice que alrededor del 40% de los estudiantes matriculados en BPI son latinos, probable reflejo de la población general. Nicholson también puede dar cuenta de ello. En septiembre pasado, en celebración del mes de la hispanidad, la profesora organizó una noche de poesía latina. Contaba “como mucho con que vinieran 50 personas” pero llegaron 200 y el tiempo les quedó justo para las presentaciones. Esa noche, un grupo de estudiantes se acercó a Nicholson y le entregó una carpeta amarilla llena de hojas escritas a mano, en computadora y a máquina de escribir. En la portada de la carpeta, alguien escribió con tinta azul: “Enviamos estos escritos a Mariel Fiori de La Voz, con cariño desde Eastern”.
Así que cuando la autora de esta nota recibió la carpeta y pudo sentarse a leer, se encontró con muchos poemas, algunos cuentos, pequeñas obras de teatro y relatos de experiencias personales que buscan un lugar en el mundo de afuera. Privados de libertad física, sus mentes no necesariamente están presas. Por eso, mientras escriban, en estas páginas les daremos voz.

Para más información sobre este programa, visite http://www.bard.edu/bpi/

Por Mariel Fiori. Publicado en La Voz del Valle del Hudson en agosto de 2007.